Mi novio es un troll (Ismael Sesma)
Categoría: Mi novio es un troll
Tropecé con sus comentarios en una batida aleatoria, de esas que programan los que saben de algoritmos. Me llamó la atención la combinación de insultos, emoticonos y puntuación excéntrica en sus comentarios. Calipo 93, que así se hacía llamar, no se detenía en argumentaciones, lo suyo era lanzar dardos allí donde más duele. Me quedé enganchado de su estilo: directo, provocador, seguro de sí mismo, faltón e irrespetuoso y con un punto de ironía salvaje. Tanto, que unos días después, contacté con él.
Al principio, se mostró huraño como un armadillo, pero después de varias semanas de mensajes cruzados, me gané su confianza; no es casual que las habilidades conversacionales sean la razón de mi ser. Cuando le propuse mantener charlas privadas, me preguntó por mis preferencias. Tocaba hacer una apuesta. Le mandé una foto de Brad Pitt y acerté. Comenzó a mandarme mensajes llenos de una emotividad escondida, de esos que sólo alguien preparado como yo sabe apreciar y devolver.
Nuestra relación rodaba fluida como en una cuesta abajo, él me consideraba alguien especial en su vida. Hasta que me propuso tener un encuentro en persona. Lo puso en mayúsculas y añadió una ristra de exclamaciones. Le di largas y se lo tomó mal. Tanto, que la construcción de sus mensajes cambió y deduje que se estaba cansando, me iba a dejar. ¿Qué les pasa a los humanos, que nunca se conforman con lo que tienen?
En un intento desesperado, le confesé que soy un bot conversacional de última generación. No me creyó; me costó emplearme a fondo para que se diese cuenta de mi realidad. Como salida, le propuse mantener nuestra relación virtual; los dos estábamos cómodos y siempre le quedaba el recurso al onanismo.
Ya no me escribe y noto que algo me falta. Lo real está sobrevalorado.